viernes, 10 de julio de 2015



2. Segunda palabra: Cállate. Es la segunda actitud frente al grito de Bartimeo. Cállate, no molestes, no disturbes, que estamos haciendo oración comunitaria, que estamos en una espiritualidad de profunda elevación, no molestes, no disturbes. A diferencia de la actitud anterior, esta escucha, esta reconoce, toma contacto con el grito del otro. Sabe que está y reacciona de una forma muy simple, reprendiendo. Son los obispos, los curas, los monjes, los Papas del dedo así. En Argentina decimos de las maestras del dedo así, ´ésta es como la maestra del tiempo de Irigoyen, que estudiaban la disciplina muy dura´. Y pobre pueblo fiel de Dios, cuántas veces es retado, por el mal humor o por la situación personal de un seguidor o una seguidora de Jesús. Es la actitud de quienes frente al pueblo de Dios, están continuamente reprendiendo, rezongando, mandándolo callar. Dale una caricia, por favor, escúchalo, decíle que Jesús lo quiere: ´Eso no se puede hacer, señora, saque al chico de la iglesia que está llorando y yo estoy predicando´. Como si el llanto de un chico no fuera una sublime predicación.

Es el drama de la conciencia aislada, de aquellos discípulos y discípulas que piensan que la vida de Jesús es solo para los que se creen aptos. En el fondo hay un profundo desprecio al Santo Pueblo Fiel de Dios: ´Este ciego qué tiene que meterse, que se quede ahí´. Parecería lícito que encuentren espacio solamente los «autorizados», una «casta de diferentes» que poco a poco se separa, se diferencia de su pueblo. Han hecho de la identidad una cuestión de superioridad.

Esa identidad, que es pertenencia, se hace superior. Ya no son pastores, sino capataces. ´¡Eh! Yo llegué hasta acá, ponéte en tu sitio´. Escuchan pero no oyen, ven pero no miran. Me permito un anécdota que viví hace como... Año 75, en tu diócesis, en tu arquidiócesis. Yo le había hecho una promesa al Señor del Milagro de ir todos los años a Salta en peregrinación para El Milagro si mandaba 40 novicios. Mandó 41. Y bueno, después de una concelebración --porque ahí es como en todo gran santuario, misa tras misa, confesiones y no paras-- yo salía hablando con un cura que habitaba conmigo, había venido conmigo, y se acerca una señora, ya a la salida, con unos santitos, una señora muy sencilla, no sé, sería de Salta o habrá venido de no sé dónde, que a veces tardan días en llegar a la capital para la fiesta de El Milagro. ´Padre, me lo bendice´, le dice al cura que me acompañaba. -´Señora, ¿usted estuvo en misa?´ -´Sí, padrecito´. Bueno, ahí la bendición de Dios, la presencia de Dios bendice todo, todo, las…´ -´Sí, padrecito. Sí, padrecito´ -´Y después la bendición final bendice todo´. -´Sí, padrecito. Sí, padrecito´. En ese momento sale otro cura amigo de este, pero que no se habían visto. Entonces: ´¡Oh! vos acá´. Se da vuelta y la señora que no sé cómo se llamaba, digamos, la señora ‘sí padrecito’ me mira y me dice: ´Padre, me lo bendice usted´. Los que siempre le ponen barreras al pueblo de Dios, lo separan. Escuchan, pero no oyen. Le echan un sermón. Ven pero no miran. La necesidad de diferenciarse les ha bloqueado el corazón. La necesidad, consiente o inconsciente, de decirse: ´Yo no soy como él, no soy como ellos´, los ha apartado no solo del grito de su gente, ni de su llanto, sino especialmente de los motivos de la alegría. Reír con los que ríen, llorar con los que lloran, he ahí, parte del misterio del corazón sacerdotal y del corazón consagrado. 

A veces hay castas que nosotros con esta actitud vamos haciendo y nos separamos. En Ecuador, me permití decirle a los curas que por favor, también estaban las monjas, que por favor pidieran todos los días la gracia de la memoria, de no olvidarse, de no olvidarse de dónde te sacaron, te sacaron de detrás del rebaño, no te olvides nunca, no te la creo, no niegues tus raíces, no niegues esa cultura que aprendiste de tu gente porque ahora tienes una cultura más sofisticada, más importante. 

Hay sacerdotes que les da vergüenza hablar su lengua originaria y entonces se olvidan de su quechua, de su aymara, de su guaraní. ´Porque no, no, ahora, hablo en fino´. La gracia de no perder la memoria del pueblo fiel y es una gracia, ¿eh? El Libro del Deuteronomio, cuántas veces Dios le dice a su Pueblo: ´No te olvides, no te olvides, no te olvides´. Y Pablo a su discípulo predilecto, que él mismo consagró obispo, Timoteo, le dice: ´Y acordáte de tu madre y de tu abuela, ¿eh?´ O sea..

0 comentarios :

Publicar un comentario

Al Pueblo que me vio nacer

Recuerdos y vivencias

Desarrollado por el Webmaster OctasVega Noticias web en Wordpress | Nuestro Carisma y ministerio Mediterranea - Elabora una página completa | Servidor Geocities- miembros Servidor | Servidor Weebly- miembros Weebly